Los jueces del Tribunal N°4 impusieron una pena de 11 años a Camargo, quien de inmediato quedó detenido. Pese a que la prueba en su contra era controversial para los magistrados la autoría quedó acreditada.
Víctor Camargo fue condenado esta tarde a la pena de 11 años por ser considerado responsable del crimen de Jorge Guzmán, ocurrido en el marco de una disputa entre integrantes de la hinchada del club Alvarado.
La sentencia la dio a conocer el Tribunal Oral N° 4 integrado por los jueces Jorge Daniel Peralta, Gustavo Raúl Fissore y Silvina Darmandrail en sintonía con lo solicitado por el fiscal Juan Pablo Lódola. Tras conocerse el fallo, el tribunal ordenó la detención de Camargo, quien había llegado al juicio en libertad.
El asesinato de Guzmán reveló el submundo de violencia que las disputas de poder en la barra brava de un club construyen sin importar las consecuencias. Porque con el fallo quedó claro que “El Torito” Camargo asesinó de un disparo a Guzmán el 19 de septiembre de 2016 por estar enfrentados, por pertenecer bandos antagónicos de La Brava, como se la conoce a la hinchada de Alvarado.
La historia del crimen de Guzmán tiene su precuela y su secuela, y no se distancia de lo que pueda suceder en ámbitos de otras organizaciones violentas como son las barras bravas. Lo que el fiscal Juan Pablo Lódola logró probar fue no solo un hecho, no solo el ataque a tiros contra Guzmán en la guardia del HIGA, sino todo lo que lo motivó.
A las 22.20 del 19 de septiembre Guzmán acompañó al Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA) a la madre de los hermanos Córdoba, históricos referentes de la hinchada de Alvarado. Como él trabajaba en el hospital su presencia podía asegurarle a la mujer algún beneficio en la guardia y Guzmán le debía a los Córdoba varios favores. En realidad, se los debían mutuamente, por eso de compartir facción en la hinchada de Alvarado. Eran del grupo del Centenario y día tras día perdían poder a manos de las nuevas generaciones del barrio Juramento y las Torres del Fonavi.
Justamente un par de horas antes Guzmán, con un arma calibre 9 milímetros en su cintura, se había presentado en la secretaría del club y había amenazado a los dirigentes Alejandro Trubiano y Claudio Pianzolla. Les exigía que aclararan el robo de banderas y bombos de la hinchada que había sucedido días atrás y que “todos” sabían que habían sido los “nuevos”. También le imputaban al club pasividad y, de alguna manera, cierta complicidad en el robo: no habían hecho demasiado para impedirlo, creía Guzmán.
Lo cierto es que horas después en el guardia del HIGA una moto con dos ocupantes se acercó hasta donde estaba Guzmán junto a la nuera de la mujer que requería atención médica. Nuera porque era esposa de uno de los mellizos Córdoba. Y desde esa moto efectuaron primero un disparo.
Los jueces aceptaron lo propuesto por el fiscal Lódola (“de muy buena labor”, calificaron) sobre la secuencia balística en base a lo de los resultados de los peritos. Primero dispararon desde la moto, cuyo acompañante era Camargo, lo que hizo que Guzmán corriera a enfrentarlos e hiciera un disparo intimidatorio hacia el piso con su arma calibre 9 milímetros. Luego Camargo, según comprendieron los jueces, volvió a disparar y acertó en el pecho de Guzmán. El hallazgo de vainas calibre 32 ó 7,65 fue vinculado al arma de Camargo, mientras que un proyectil 9 milímetros deformado por su impacto en el piso, fue atribuido ese disparo intimidatorio de Guzmán.
Tras ser herido, Guzmán le entregó el arma al conductor del automóvil con el que habían llegado al HIGA (otro ex líder de la barra de Alvarado y cuñado de los Córdoba). Luego lo internaron y el 4 de octubre murió.
Coartada fallida
Camargo, que estuvo defendido por Mariano Ayesa, había dicho que el día del crimen estaba en su casa y que, tras dormir todo el día (la madrugada anterior se había emborrachado en el boliche La Cumbre), solo había salido a lo de un vecino a comer. También que a las 9.30 “más o menos” había salido a comprar “birras y un puré de tomate para las pizzas”.
Además aseguró que él no pertenecía a la hinchada de Alvarado y que había ido solo dos días a la cancha porque su padre no lo dejaba. Sin embargo, más allá de la gran cantidad de testimonio que dijeron lo contrario, hubo un elemento determinante: cuando allanaron su casa de Nasser al 2800, en las torres del Fonavi, encontraron los bombos y banderas robadas en la sede del club días antes del crimen de Guzmán. Camargo dijo que el hincha era su hermano, no él.
“Todo esto apuntala a la acusación y pone en evidencia su falaz historia que procura negar su posición de dominio” dijeron los jueces.
También el fiscal se encargó de desactivar la coartada al explicar que la casa de Camargo o -donde se encontrara comiendo pizzas- quedaba a solo 5 cuadras del ingreso al predio del HIGA, por lo que dirigirse hasta allí en motocicleta era cuestión de unos pocos minutos.
Tras cerrarse el debate y conocerse la sentencia, Camargo quedó detenido. Había llegado en libertad al juicio porque la Justicia de Garantías creía no sólida la prueba en su contra. Ahora los jueces revirtieron esa situación porque los antecedentes de Camargo, no aquellos que lo llevaron a prisión por otros hechos sino los de haber estado prófugo en esta causa, impedían que siguiera gozando de libertad pese a que la sentencia no esté firme.